
La luna, que pese a su ausencia durante el día, sabemos que anda arreglándose para representar su acción de todas las noches, que en momentos de soledad y oscuridad sólo basta con alzar la mirada para llenarnos de su luz, alimentarnos de su tranquilidad y dejar acariciarnos por toda su imagen.
Si tan sólo pudiéramos estar con ella, y dejar nuestras huellas en su tan suave arena blanca, que al mirarla se nos va la unión al planeta, como si voláramos con ella, ángeles acompañandola en las alturas.
La luna como esa mujer que tan sólo con mirarla, sabes todo de ella, que su silencio dice tantas cosas que te dejan mudo, la mirada se pierde en su luz.
Que fácil resulta ser adicto a tanta majestuosidad, y es que ella está tan lejos de nosotros pese a su grandeza, la luna, me da esa seguridad de que existe un Dios, porque algo como eso, sólo pudo ser creado por algo muy superior a nosotros, que tranquila se vuelve una tormenta, cuando mis ojos se ven penetrados en la luz de la luna y en la noche sombría.